Dar de gracia para la obra del Señor

Julio Bolivar
Pastor Julio Bolivar

“En mi primera defensa ninguno estuvo a mi lado, sino que todos me desampararon; no les sea tomado en cuenta. Pero el Señor estuvo a mi lado, y me dio fuerzas, para que por mi fuese cumplida la predicación, y que todos los gentiles oyesen. Así fui librado de la boca del león. Y el Señor me librara de toda obra mala, y me preservara para su reino celestial. A El sea gloria por los siglos de los siglos. Amen” RV60

“Dar de gracia para la obra del Señor” Jn. 19:38-42

La palabra nos enseña que cuando venimos a Cristo somos una nueva criatura (una persona nueva); la vida antigua ha pasado; una nueva vida ha comenzado. (2ª Co 5:17). La presencia del Espíritu Santo en nuestra vida establece los principios y valores de Nuestro Señor Jesucristo. Es un cambio radical, que se nota; pasamos de estar en las tinieblas a la luz admirable de Cristo. Ya no pensamos solo en nosotros; sino que empezamos a pensar en los demás, así como Cristo lo hizo.

En esta palabra en particular vemos a un Cristo que había sido crucificado, en sacrificio por usted y por mi para el perdón de nuestros pecados y acceder a la vida eterna. Su cuerpo estaba allí en la cruz y quedaba poco tiempo para enterrarle conforme a las costumbres judías.

Jesús es amorosamente sepultado por dos discípulos vacilantes.

En este paso final de la obra terrenal de Jesús antes de su resurrección, el Hijo de Dios permaneció pasivo. Dios levantó dos discípulos que anteriormente le habían seguido en secreto (José de Arimatea y Nicodemo) para recibir el cuerpo de Jesús y darle el mejor entierro posible.

Tanto José de Arimatea como Nicodemo eran miembros del Sanedrín, ricos e influyentes; decidieron tener cuidado del cuerpo del Señor; disponer de sus recursos para que Jesús fuera amorosamente sepultado con los mejores ungüentos, especias y en una tumba nueva que nunca se había usado. Es la transformación que hace Cristo en nuestros corazones, parecernos cada día más a Jesús y estar dispuestos a hacer como Él lo hizo.

Dar de gracia lo que hemos recibido de gracia.

A la hora de dar para el Señor, no solamente se trata de dinero y recursos: también de nuestro tiempo, empeño y pasión por la obra del Señor. En Lc 23:53 nos indica que José de Arimatea no solo pidió el cuerpo de Jesús, sino que lo quito y lo envolvió en una sábana. Algo que podía hacerlo uno de sus criados, decidió hacerlo el, por amor al Señor.

Podríamos caer en juzgar las razones por las cuales tanto José de Arimatea y Nicodemo eran considerados discípulos secretos de Jesús; pero la palabra nos muestra dos hombres con un corazón dispuesto para el Señor; con sus virtudes y defectos como usted y como yo. Quisieron darle un entierro decente a Nuestro Señor; aunque iba permanecer poco tiempo en la tumba (3 días); la actitud y disposición de su corazón es lo que vio el Señor.

Demos lo mejor a Nuestro Señor Jesucristo.

Dios pudo decidir que su Hijo amado fuera llevado de la cruz sin necesidad de ser enterrado; pero le agrado lo que dos hombres vacilantes en declarar ser discípulos de Jesús dispusieron en su corazón, dar de sus bienes para darle un entierro decoroso y con amor a Jesús. Que esa sea también nuestra actitud, como dice la palabra “cada uno de como propuso en su corazón: no con tristeza, ni por necesidad, porque Dios ama al dador alegre” (2 Co 9:7)

Que haya ese mismo sentir en nosotros de querer servir al Señor con lo mejor de lo que tengamos; sea material o no; hacerlo con amor y pasión por Nuestro Salvador. Es posible que algunos de ustedes hoy en día puedan ser considerados discípulos secretos de Jesús como lo fueron José de Arimatea y Nicodemo; este es el momento de dar y hacer para tu Salvador Jesucristo, mostrándonos visibles ante un mundo necesitado del amor de Cristo.

¿Qué aplicación tiene esta palabra a tu vida?

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