La parábola del buen samaritano

Julio Bolivar
Pastor Julio Bolivar

“En mi primera defensa ninguno estuvo a mi lado, sino que todos me desampararon; no les sea tomado en cuenta. Pero el Señor estuvo a mi lado, y me dio fuerzas, para que por mi fuese cumplida la predicación, y que todos los gentiles oyesen. Así fui librado de la boca del león. Y el Señor me librara de toda obra mala, y me preservara para su reino celestial. A El sea gloria por los siglos de los siglos. Amen” RV60

“La parábola del buen samaritano” Lc. 10:25-37

La parábola del buen samaritano es una de las historias más conocidas de Jesús. La palabra “buen samaritano” muchos la pueden asociar hoy con ayuda, cuidado, organizaciones de beneficencia o en el mundo empresarial, podría ser parte de alguna iniciativa de responsabilidad social.

La pregunta que debemos hacernos es; ¿Que Jesús quería enseñarles a los expertos en la ley de su época? ¿Y que podemos aprender y aplicar nosotros hoy?

El mandamiento más importante.

“Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu fuerza y con toda tu mente. Y ama a tu prójimo como a ti mismo” (Dt 6:5; Lv 19:18). El experto en la ley sabía la respuesta a su pregunta. Demuestra que tenía el conocimiento, pero no la practica; ni tampoco la actitud correcta al querer probar a Jesús. ¡Haz eso y vivirás! La respuesta de Jesús indicando que guardar la Ley del Señor, cuyo principio básico es el amor a Dios seguido del amor al prójimo, es un comportamiento que caracteriza a los herederos de la vida eterna.

¿Quién es mi prójimo?

A la pregunta del intérprete de la ley; ¿y quién es mi prójimo?, sugiere que debía haber alguien a quien no se aplicara la encomienda de amar, buscando así los límites de este mandamiento.

Jesús le responde con la Parábola del Buen Samaritano, enseñándole que el prójimo es todo aquel que necesita ayuda, sea quien sea. (Lc 10:29). 

Incluye a esa persona que, en la mayoría de las veces, no forma parte de nuestro círculo familiar ni de nuestro grupo de amigos o hermano de la iglesia. A menudo puede ser un vecino o un extraño, alguien que no es atractivo para nuestros intereses. Quizás, incluso puede ser que este vecino sea un enemigo, como en el caso del samaritano y el judío.

Jesús termina la Parábola preguntando al experto de la Ley quién era el prójimo del herido. El erudito que entendió la parábola dijo que fue el hombre que mostro compasión, es decir, el samaritano. Él dijo: el que uso de misericordia con el (RV60). El que mostro compasión (NTV). El que se compadeció de el (NVI). El que se preocupó por él y lo cuido (TLA)

Entonces Jesús concluyó: «ahora ve, y haz lo mismo.» (Lc 10:37).

¿Qué podemos aprender?

La historia nos enseña la importancia de tener un corazón lleno de amor y misericordia, y de ayudar a los demás sin importar su raza, religión o clase social.

Mientras el intérprete de la ley busca una definición, Jesús le recuerda que el amor no es un tema de discusión teórica, sino una cuestión de práctica. Religiosos profesionales, representados por el sacerdote y el levita, pueden discutir el asunto con gran habilidad. Sin embargo, aunque despreciado como alguien perteneciente a un grupo mestizo y a una religión corrompida, se elogia al samaritano, porque actuó en lugar de teorizar.

El amor se muestra. Dios mostro su amor con nosotros a través de Jesucristo (1ª Jn 4:9-10). “En esto se mostró el amor de Dios para con nosotros, en que Dios envió a su Hijo unigénito al mundo, para que vivamos por El. En esto consiste el amor, no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros, y envió a su hijo en propiciación por nuestros pecados”.

Mostremos todos el amor de Dios a nuestro prójimo.

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