La Iglesia del Dios viviente

Julio Bolivar
CoPastor Julio Bolivar

"Cuando ayunéis, no seáis austeros, como los hipócritas; porque ellos demudan sus rostros para mostrar a los hombres que ayunan; de cierto os digo que ya tienen su recompensa. Pero tu cuando ayunes, unge tu cabeza y lava tu rostro, para no mostrar a los hombres que ayunas, sino a tu Padre que esta en secreto; y tu Padre que ve en lo secreto te recompensara en público"

“La Iglesia del Dios viviente” 1ª Ti 3:14-16

1ª Timoteo aborda el tema del cuidado pastoral de las Iglesias. Propósito principal de la epístola era alentar a Timoteo en la difícil tarea de enfrentar los errores doctrinales y prácticos en la Iglesia de Éfeso, y darle instrucciones sobre las responsabilidades pastorales y las cualidades y deberes del liderazgo de la Iglesia.

Pablo visito Éfeso alrededor del año 63 d.C. a continuación de ser liberado de su primer encarcelamiento en Roma. Poco después se marchó dejando a Timoteo a cargo de la Iglesia en ese lugar; por tal razón había un especial interés de Pablo en el Ministerio de Timoteo.

Cuidado de Pablo por Timoteo

Pablo, al escribir a Timoteo, le dice lo siguiente: “ Esto te escribo, aunque tengo la esperanza de ir pronto a verte, para que si tardo sepas como debes conducirte en la casa de Dios, que es la Iglesia del Dios viviente, columna y baluarte de la verdad. ” (1 Timoteo 3:14-15). Aunque el interés de Pablo era estar cerca de Timoteo, le escribe para que pueda tener los puntos claros de como conducirse en la casa de Dios. Como Padre a Hijo, Pablo quiere asegurarse que Timoteo entiende la responsabilidad que El primero tiene como Pastor de conducirse en la casa de Dios y con él, todas las personas en la familia de Dios.

La iglesia como la familia de Dios

Primero, Pablo dice que estos cristianos deben saber cómo comportarse, literalmente, “en la casa de Dios”. Mediante esta frase sabemos que Pablo no está hablando de un edificio, un espacio sagrado que exige un cierto decoro solemne. Él se refiere a la comunidad de personas que constituyen la iglesia. Ellos son la casa de Dios; ellos son la familia de Dios.

El lenguaje de la familia es muy importante en esta carta. En 1 Tim 3:4 Pablo se dirige a los obispos exhortándolos a que gobiernen bien su casa, pues de otro modo, ¿cómo podrían gobernar la casa de Dios? En 5:1-2 Pablo pide a Timoteo que trate a otros cristianos de Éfeso como miembros de una familia: Pablo dice que la iglesia debe asumir la responsabilidad familiar de cuidar de las viudas cuando no tengan familia que las socorra (1 Tim. 5:4). El retrato de la iglesia que Pablo presenta es el de una familia.

Hablando de la familia de la fe, debe ser un lugar de refugio, estímulo y disciplina. Es un lugar de educación, instrucción y nutrición emocional. Es una red de cariñosas relaciones que se expande a medida que crecemos y maduramos juntos, haciéndonos más parecidos a Jesus.

Una familia constituye un hogar, y tal como Robert Frost lo describió alguna vez, “Un hogar es el lugar donde, siempre que te veas obligado a acudir, deben recibirte”.

Ser miembro de una iglesia local es parte de lo que significa ser cristiano. Al igual que el matrimonio, ser cristiano es algo que no se puede llevar a cabo sólo, puesto que la iglesia es la familia, es la casa de Dios. En nuestra cultura postmoderna, donde existe esa tremenda sensación de carencia de hogar tanto social como existencial, no se nos ocurre una atracción más poderosa que la de encontrar ese hogar en la familia de Dios.

La iglesia como reunión del pueblo de Dios

El apóstol también se refiere a los cristianos de Éfeso como a “la casa de Dios, que es la iglesia de Dios vivo”. Nuestro Dios está muy vivo. Él se encuentra trabajando entre su pueblo, y esa divina presencia viva distingue a la iglesia de cualquier otra asamblea humana. Sin esa presencia, la iglesia no es más que un grupo de autoayuda, un mero club social.

La presencia de Dios entre su pueblo es quizás el fundamento de la promesa de la alianza en la Biblia: “Habitare entre ellos, y andaré entre ellos,” dice el Señor, “y seré su Dios, y ellos serán mi pueblo”(2ª Co 6:16). En el NT esa promesa toma una forma especial cuando Jesús dice: “Porque donde están dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos” (Mateo 18:20). En Cristo, dice Pablo, “en quien también vosotros sois juntamente edificados para morada de Dios en el Espíritu” (Efes. 2:22).

La iglesia como pilar y protectora de la verdad

La verdad que debe protegerse no es solo lo que se enseña, sino también lo que se debe vivir. En nuestro mundo postmoderno, en el cual la gente es tan escéptica acerca del concepto de verdad y son muy recelosos de los argumentos racionales que apoyan la verdad, se advierte cada vez con más frecuencia que la verdad que proclamamos en Cristo debe ser vista y experimentada para que sea creíble. Es en este contexto de la vida de la iglesia en el cual debemos exhibir la maravillosa verdad del amor de Dios y de la gracia en Jesucristo, y decir: “Venid probad y ved que el Señor es bueno”.

El misterio de la piedad.

El misterio de la piedad es Cristo. Él es Dios, que se hizo carne y se manifestó en la carne. Dios se complació en manifestarse al hombre, por medio de su propio Hijo que tomó la naturaleza de hombre. Aunque se le acusó de pecador y se le condenó a muerte como malhechor, Cristo resucitó por el Espíritu, y así quedó justificado de todas las falsas acusaciones con las que fue cargado. Los ángeles le sirvieron, pues es el Señor de los ángeles. Los gentiles acogieron el evangelio que los judíos rechazaron. Recordemos que Dios se manifestó en carne, para quitar nuestros pecados, redimirnos de toda iniquidad y purificar para sí un pueblo peculiar, celoso de las buenas obras. Estas doctrinas deben ser mostradas por los frutos del Espíritu en nuestras vidas.

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