“No pierdas el tiempo discutiendo sobre ideas mundanas y cuentos de viejas. En lugar de eso, Entrénate para la sumisión a Dios” NTV
“Desecha las fabulas profanas y de viejas. Ejercítate para la piedad” RVR1ª Ti 4:7 Tuit
Muchas veces escuchamos que para tener éxito en la vida necesitamos ser disciplinados. Nos referimos a hacer algo de manera constante para alcanzar un resultado. Lo hacemos tan seguido que entonces creamos un habito. De manera que esa disciplina nos ayuda a que podamos ser efectivos en los estudios, en el trabajo, en lo cotidiano y claro que sí, también como hijos de Dios.
Pablo le dice a Timoteo que debe entrenarse para la sumisión a Dios (NTV). En otra versión, dice ejercítate para la piedad (RV); disciplínate a ti mismo (lbla).
Disciplinas Espirituales
Pero no estamos hablando de cualquier disciplina, sino de las disciplinas espirituales las cuales son aquellas prácticas que se encuentran en las Escrituras que promueven el crecimiento espiritual entre los que creen en el evangelio de Jesucristo. Son los hábitos de devoción y cristianismo experiencial que el pueblo de Dios ha practicado desde los tiempos bíblicos.
Las Disciplinas espirituales son cosas que usted y yo debemos hacer, como leer y meditar en la palabra de Dios, orar, ayunar, adorar, servir, aprender. El objetivo de practicar una Disciplina en particular, desde luego, no tiene que ver tanto con hacer como con ser, es decir, ser como Jesús. Pero la manera bíblica de crecer para ser más como Jesús es mediante el hacer las Disciplinas Espirituales bíblicas con la motivación apropiada.
En que nos convertiremos
Cuando se trata de la disciplina en la vida cristiana, muchos creyentes pueden ver la oración como algo pesado o no estoy calificado para orar; cuesta meditar en las Escrituras; no entiende el propósito de una disciplina como el ayuno. Por ello es necesario entender en qué nos convertiremos. La Biblia dice acerca de los elegidos de Dios: «Pues Dios conoció a los suyos de antemano y los eligió para que llegaran a ser como su Hijo» (Romanos 8:29). El plan eterno de Dios asegura que cada cristiano, al final, llegará a ser como Cristo. Seremos transformados «cuando Cristo venga» de manera que «seremos como él» (1 Juan 3:2).
Aunque Dios nos concederá la semejanza a Cristo cuando Jesús vuelva, mientras tanto, él quiere que crezcamos hacia ella. No debemos simplemente esperar la santidad; debemos buscarla. «Busquen la paz con todos», se nos ordenó en Hebreos 12:14 (nvi), «y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor». Preste especial atención a lo que dice: Sin la santidad, es decir, la semejanza a Cristo o la piedad, nadie verá al Señor, sin importar cuántas veces haya ido a la iglesia, con qué frecuencia se haya involucrado en actividades religiosas, ni cuán espiritual crea que es.
El Espíritu Santo hace la diferencia
Como consecuencia, todos los que se acercan a Dios confiando en que la persona y la obra de Jesús los limpia del pecado y da salvación eterna, reciben al Espíritu Santo (vea Efesios 1:13-14). La presencia del Espíritu Santo hace que todos aquellos en los que él mora tengan nuevos deseos santos que antes no tenían. Por ejemplo, desean la Santa Palabra de Dios, la Biblia, que solía resultarles aburrida o irrelevante. Tienen nuevos anhelos santos, como el anhelo de vivir en un cuerpo sin pecado y de tener una mente que ya no sea tentada por el pecado. Esto es parte del corazón de todas las personas en las que habita el Espíritu Santo.
En conclusión, así como Pablo anima a Timoteo a ser un buen siervo de Cristo Jesus mediante la disciplina, el ejercicio, el entrenamiento en la piedad, en esa intimidad con Cristo; el Señor nos anima a cada uno de nosotros a hacer lo mismo.
Como dijo Nuestro Señor Jesucristo, “Si alguno de ustedes quiere ser mi seguidor, tiene que abandonar su manera egoísta de vivir, tomar su cruz cada día y seguirme”» (Lucas 9:23). Ser un discípulo de Jesús significa, por lo menos, aprender de él y seguirlo. Eso es lo que hicieron los doce apóstoles de Jesús: lo siguieron a todas partes y, mientras lo hacían, aprendían de él. Pero para seguir a Jesús se requería disciplina; ellos tenían que ir adonde él iba, cuando él lo hacía. Seguir a Jesús hoy día y aprender de él todavía involucra disciplina.
¿Es usted un seguidor disciplinado de Jesús?
Oremos