Dejando la semilla crecer

Eric Henry
Eric Henry

Marcos 4:26-29

Es importante ver la Escritura en su conjunto para no hacer énfasis indebidos. Por ejemplo, si sólo tuviéramos en cuanta la parábola del sembrador, parecería que la salvación es algo que nosotros nos ganamos por nuestra propia decisión, pero esta parábola pone el contexto real para recordarnos que la salvación es el resultado de la obra sobrenatural de Dios en nosotros realizada por el Espíritu Santo a través de su Palabra. Todas las parábolas en Marcos 4:21–34 explican de una manera u otra la parábola del sembrador (Marcos 4:3–9). En la parábola del sembrador, Jesús es el sembrador inicial. En la parábola de la semilla creciente, el sembrador es cualquiera que difunde el evangelio. La parábola del sembrador describe cómo las personas responden a las enseñanzas de Jesús. La parábola de la semilla en crecimiento explica que la responsabilidad del maestro es enseñar y esparcir la semilla. El maestro no puede obligar a las personas a aceptar el mensaje o permitir que ese mensaje provoque cambios en sus vidas, como tampoco un agricultor puede obligar a los diferentes tipos de suelo a producir buenos cultivos

El Reino de Dios

El reino de Dios, que aquí se refiere a lo mismo que “el reino de los cielos”, no se refiere al cielo de los últimos tiempos o la vida futura. Aquí se está hablando de cualquier lugar o situación o momento donde la soberanía y el poder de Dios se haga evidente. Justicia, bondad, perdón, amor: siempre que se exhiben cualidades de Dios, el reino de Dios está presente. Entonces, cuando Jesús dice: “el reino de Dios es como …”, está describiendo una situación que refleja el carácter de Dios y lo glorifica.

El labrador

La tarea del labrador en esta parábola consiste en sembrar la semilla y segar el fruto al final. Es evidente que un labrador hace mucho más que esto, pero el énfasis de la parábola está en el hecho de que el labrador no puede hacer nada para que la semilla crezca, poniendo así en evidencia la impotencia humana en el crecimiento del Reino de Dios.

La parábola nos enseña también que sembrar es la responsabilidad del sembrador. Es cierto que no tiene poder sobre el crecimiento de la semilla, pero sí que puede y debe sembrar.

Nos recuerda también las diferentes etapas en el trabajo del labrador. Habrá días en que todo lo que uno hará es sembrar, habrá otros días en que tendrá que esperar y otros en los que segará.

La semilla

¿A qué hace referencia la semilla? Por la parábola del sembrador pudimos identificar la semilla con la Palabra (Mr 4:14). La Palabra tiene en sí misma el secreto de la vida y del crecimiento. Tiene el poder divino para que nosotros nazcamos otra vez (1 P 1:22-23) (Stg 1:18). Tiene poder para ayudarnos a crecer (1 P 2:1-2). Tiene poder para salvar nuestras almas (Stg 1:21). Todo esto es posible porque la palabra de Dios es viva y poderosa, está llena del Espíritu Santo que da vida (He 4:12) (Jn 6:63).

La semilla “de suyo” contiene todos los ingredientes necesarios para fructificar

Es el poder interior del Espíritu Santo el que produce el inicio del proceso, así como el proceso y la consumación de la obra.

Nosotros no sabemos cómo actúa el Espíritu, por medio de la Palabra, para cambiar un corazón regenerándolo. Este crecimiento puede ser lento, pero es continuo; una vez que germina la semilla de la salvación en el corazón del hombre, nada puede impedir el desarrollo de la obra de Dios.

El Apóstol Pablo estaba convencido de ello, y lo dice a los filipenses (Fil 1:6) “Estando persuadido de esto, que el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo”.

 Lo que Dios comienza, Dios lo termina

Por mucho que se esfuerce el enemigo del Reino de Dios, el diablo, por impedir el desarrollo de la Obra, nada podrá hacer. Aunque ponga en actividad todos sus medios para hacerlo, el plan de Dios seguirá adelante.

Durante siglos, nadie ha podido ahogar la semilla del Evangelio, aunque se han hecho muchos intentos para ello. Ni las persecuciones del imperio romano, ni la inquisición, ni la persecución moderna en algunos países, ni la introducción de herejías destructoras en la Iglesia, ni las divisiones internas; ninguna cizaña ha podido con el crecimiento de la semilla, que sigue dando fruto y lo seguirá dando hasta el día de Jesucristo.

 No se puede forzar el crecimiento por medios propios

En la actualidad, parece que muchos están olvidando, o han dejado de confiar, en el poder de la Palabra. Por uno y otro lado surgen ideas alternativas para hacer crecer rápidamente la Iglesia. Muchas de ellas son tomadas del mundo de los negocios.

La paciencia del labrador

El crecimiento lento de la semilla es un llamamiento a la paciencia del labrador. Este crecimiento es apenas imperceptible. Si vemos una planta todos los días no percibimos su crecimiento. Es como el crecimiento de los niños.

Una ilustración: Hay algo muy curioso que sucede con el bambú japonés y que lo transforma en “No Apto” para Impacientes: Siembras la semilla, la abonas y te ocupas de regarla constantemente. Durante los primeros meses no sucede nada apreciable. En realidad, no pasa nada con la semilla aparentemente durante los primeros siete años. A tal punto que, un cultivador inexperto, estaría convencido de haber comprado semillas no fértiles. Sin embargo, durante el séptimo año, en un período de sólo seis semanas… la planta de bambú crece ¡más de 30 metros! ¿Tardó sólo seis semanas en crecer? No, la verdad es que se tomó siete años y seis semanas en desarrollarse. Durante los primeros siete años de aparente inactividad, este bambú estaba generando un complejo sistema de raíces que le permitirían sostener el crecimiento que iba a tener después de siete años.

El labrador debe descansar sabiendo que Dios está obrando. ¡No todo depende de él!

(1 Co 3:6) “Yo planté, Apolos regó; pero el crecimiento lo ha dado Dios.”

Dios es el protagonista supremo de la obra del Reino.

“Y todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres; sabiendo que del Señor recibiréis la recompensa de la herencia, porque a Cristo el Señor servís.”

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