La sangre, algo esencial para estar bien ante Dios

Julio Bolivar
CoPastor Julio Bolivar

“Sino acuérdate de Jehová tu Dios, porque él te da el poder para hacer las riquezas, a fin de confirmar su pacto que juro a tus padres, como en este día”

Gen 4:1-10

Desde el inicio podemos ver un Dios bueno, creador de todo el universo; que creo al hombre a su imagen y semejanza. Un Dios que se relacionaba directamente con su creación y dice la palabra se paseaba por el huerto del Edén. Un Dios de vida y no de muerte.

Con la desobediencia de Adán y Eva, entra el pecado y trae terribles consecuencias para la tierra, y en particular para ellos mismos y toda la humanidad.  Son sacados del Edén, la mujer con dolor daría a luz a sus hijos y el hombre tendría que trabajar con el sudor de su frente para que la tierra produzca.

La relación con Dios se ve afectada, al igual que las relaciones fraternales, en este caso la relación de hermanos entre Caín y Abel.

La palabra nos muestra un Caín que presenta algunos de sus cultivos como ofrenda para el Señor y Abel presenta una ofrenda con las mejores partes de algunos de los corderos que eran primeras crías de su rebano.

El Señor acepto a Abel y a su ofrenda, pero no acepto a Caín ni a su ofrenda. La clave está en que Abel ofreció lo mejor; y no se menciona lo mismo de Caín.

Esto hizo que Caín se enojara mucho y se veía decaído. Nuestro Señor se le acerca y pregunta ¿Porque estas tan enojado?, le aconseja como buen Padre; sin embargo, Caín mata a Abel, y toma lugar el primer homicidio de la humanidad. El Dios creador de la vida se duele y confronta a Caín; y desencadena para él una maldición. La sangre derramada de Abel clama desde la tierra por justicia. Uno de los mandamientos claros del Señor es el de no matar.

Nadie tiene el derecho de quitarle la vida a nadie; y aun ante la triste decisión de Adán y Eva de desobedecer al Señor y de Caín de matar a su hermano; Dios tiene un plan de redención para la humanidad para el perdón de los pecados; precisamente con sacrificio de sangre, cargar sobre una víctima inocente la ira de Dios (expiar) y ponerle en actitud favorable hacia el hombre (propiciar).

Lo que inicia con el sacrificio de sangre ofrecido por Abel al Señor; y que continua con la Ley de Moises sobre los sacrificios de sangre y que culmina con el sacrificio del cordero sin mancha que quita el pecado del mundo; nuestro Señor Jesucristo. Nuestro Redentor, la respuesta a la caída del hombre y que hoy nos invita a formar parte de una nueva relación con el Padre; y que se extiende a una relación sana con quienes nos rodean, tal como estuvo en el corazón de nuestro Señor desde el principio.

Oremos.

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